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Nacemos, vivimos y fallecemos. Durante este largo y hermoso camino –nadie desea privarse de él– somos nosotros y todo lo que nos rodea. Buscamos sentir el entorno como base fundamental de nuestra vida con mayor o menor trascendencia en la sociedad donde la lotería de la vida nos ha colocado.

Durante menos de un centenar de años se nos ha dotado de un cuerpo que alberga lo físico y lo espiritual, el dolor y la felicidad, la realidad y la esperanza, y no siempre somos conscientes de que este vehículo es finito y limitado. Que requiere un mantenimiento en los aspectos antes mencionados, el tangible y el intangible.


Queremos recordar al peregrino que esta circunstancia es la que determina una serie de hábitos que permiten armonizar nuestra constitución fisiológica, la mental y el entorno que los rodea. Creemos que el cuerpo tiene que mimarse en lo físico para armonizarse con lo conceptual. Es por ello que vamos a valorar las circunstancias que nos van a permitir vivir con la mayor coherencia posible en el mundo que nos ha tocado.


Conforme vamos avanzando en edad esta industria química y física que es el cuerpo va alterándose, perdiendo capacidades y restando facultades. Somos conscientes que a través del ejercicio físico podemos controlar las alteraciones de los lípidos (colesterol y triglicéridos), diabetes, reducir la tensión arterial, ayudar a controlar el peso y ayudar a superar numerosos trastornos psicológicos.

El ejercicio físico más común y de más fácil práctica es el de caminar, precisamente lo que hace el peregrino en su devenir por los campos y montes que separan su inicio de su meta. Es una actividad no violenta –sobre todo para las articulaciones– que produce unos efectos psicofisiológicos incomparables: trabajan la mayoría de los grupos musculares del cuerpo, se oxigena y entrena el corazón y el sistema cardiovascular, se flexibiliza el esqueleto en general, diferentes órganos internos (hígado, páncreas, intestinos…) se masajean por las vibraciones que proporciona el movimiento de cada paso. A nivel orgánico se acelera el metabolismo, favoreciendo la circulación –y con ello la vascularización– y llega a hacerse muy importante para un correcto funcionamiento del cartílago articular.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


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